Documenta Catholica Omnia
Non nobis, Domine, non nobis, sed nomini tuo da gloriam


Index Verborum:     hizo


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Juan de la Cruz (1542-1591)    Avisos

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Avisos a un Religioso para Alcanzar la Perfecion

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Avisos copiados por Magdalena del Espiritu Santo

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Avisos por la Madre Maria de Jesus

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Avisos procedentes de Antequera

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Avisos recogidos por la edicion de Gerona

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Cantico Espiritual A

§ 4.2

Y, a la verdad, así lo mandó Dios en la creación de ellos (Gen. 1), mandando a la tierra que produjese las plantas y los animales, y a la mar y aguas los peces, y al aire hizo morada de las aves.

§ 4.2

Y por eso viendo el alma que él así lo mandó y que así se hizo, dice el siguiente verso:

§ 4.3

Donde es de notar que advertidamente dice: por la mano del Amado, porque, aunque otras muchas cosas hace Dios por mano ajena, como de los ángeles o de los hombres, ésta que es criar nunca la hizo ni hace por otra que por la suya propia.

§ 5.3

Y dice que este paso fue con presura, porque las criaturas son las obras menores de Dios, que las hizo como de paso; porque las mayores, en que más se mostró y en que más él reparaba, eran las de la encarnación del Verbo y misterios de la fe cristiana, en cuya comparación todas las demás eran hechas como de paso, con apresuramiento.

§ 5.4

Y no solamente les comunicó el ser y gracias naturales mirándolas, como habemos dicho, mas también con sola esta figura de su Hijo las dejó vestidas de hermosura, comunicándoles el ser sobrenatural; lo cual fue cuando se hizo hombre, ensalzándole en hermosura de Dios y, por consiguiente, a todas las criaturas en él, por haberse unido con la naturaleza de todas ellas en el hombre.

§ 12.1

Y como ahora el alma con tantas ansias había deseado estos divinos ojos, que en la canción pasada acaba de decir, descubrióle el Amado algunos rayos de su grandeza y divinidad, según ella deseaba; los cuales fueron de tanta alteza y con tanta fuerza comunicados, que la hizo salir de sí por arrobamiento y éxtasi, lo cual acaece al principio con gran detrimento y temor del natural.

§ 12.2

Según habemos dicho, el alma, conforme a los grandes deseos que tenía de estos divinos ojos, que significan la Divinidad, recibió del Amado interiormente tal comunicación y noticia de Dios, que la hizo decir: Apártalos, Amado.

§ 13.10

Esta espiritual voz y sonido se hizo en el espíritu de los apóstoles al tiempo que el Espíritu Santo con vehemente torrente, como se dice en los Actos de los Apóstoles (Act 2, 2), descendió sobre ellos; que para dar a entender la espiritual voz que interiormente les hacía, se oyó aquel sonido de fuera como de aire vehemente, de manera que fuese oído de todos los que estaban dentro en Jerusalén; por el cual, como decimos, se denotaba el que dentro en sí recibían los apóstoles, que era, como habemos dicho, henchimiento de poder y fortaleza.

§ 13.27

Y esto es lo que quiso decir el Espíritu Santo en el libro de la Sabiduría (Sb 1, 7), cuando dice: Spíritus Domini replevit orbem terrarum, et hoc quod continet omnia, scientiam habet vocis; quiere decir: El Espíritu del Señor llenó la redondez de las tierras, y este mundo, que contiene todas las cosas que él hizo, tiene ciencia de voz, que es la soledad sonora que decimos conocer el alma aquí, que es el testimonio que de Dios todas ellas dan en sí.

§ 15.2

La huella es rastro de aquel cuya es la huella, por la cual se va rastreando y buscando el que la hizo.

§ 16.1

Cuenta el alma en esta canción la soberana merced que Dios le hizo en recogerla en lo íntimo de su amor, que es la unión o transformación de amor en Dios, y dice dos efectos que de allí sacó, que son: olvido y enajenación de todas las cosas del mundo y mortificación de todos sus apetitos y gustos.

§ 18.2

En decir que el alma suya se ha empleado, da a entender la entrega que hizo al Amado de sí en aquella unión de amor, donde quedó ya su alma, con todas sus potencias, entendimiento, voluntad y memoria, dedicada y mancipada al servicio de él, empleando el entendimiento en entender las cosas que son más de su servicio para hacerlas, y su voluntad en amar todo lo que a Dios agrada y en todas las cosas aficionar la voluntad a Dios, y la memoria en el cuidado de lo que es de su servicio y lo que más le ha de agradar.

§ 19.1

Y porque vean la ganancia de su pérdida y no lo tengan por insipiencia o engaño, dice que esta pérdida fue su ganancia, y por eso de industria se hizo perdidiza.

§ 19.6

El que anda de veras enamorado, luego se deja perder a todo lo demás, por ganarse más en aquello que ama; y por eso el alma dice aquí que se hizo perdidiza ella misma, que es dejarse perder de industria.

§ 22.1

Atribuyéndolo todo a él y regraciándoselo juntamente, le dice que la causa de prendarse él del cabello de su amor y llagarse del ojo de su fe, fue por haber él héchola merced de mirarla con amor, en lo cual la hizo graciosa y agradable a sí mismo; y que, por esa gracia y valor que de él recibió, mereció su amor, y tener valor ella en sí para adorar agradablemente a su Amado y hacer obras dignas de su gracia y amor.

§ 26.2

Y, allende de esto, después cuenta haber recibido grandes comunicaciones y muchas visitas de su Amado, en que se ha ido perfeccionando y enterando en el amor de él; tanto que, pasando de todas las cosas y de sí misma, se entregó a él por unión de amor en desposorio espiritual, en que como ya desposada, ha recibido del Esposo grandes dones y joyas, como ha cantado desde la canción, donde se hizo este divino desposorio, que dice: Apártalos, Amado, de cuyas propiedades ha ido tratando hasta aquí, donde el Esposo hace mención de él, y por eso se trata aquí de sus propiedades en ésta, hasta ésta de ahora que comienza: Entrado se ha la Esposa, donde restaba ya hacer el Esposo mención del dicho matrimonio espiritual entre la dicha alma y el Hijo de Dios, Esposo suyo, el cual es mucho más que el desposorio, porque es una transformación total en el Amado, en que se entregan ambas las partes por total posesión de la una a la otra en consumada unión de amor, cual se puede en esta vida, en que está el alma hecha divina y Dios por participación, en cuanto se puede en esta vida.

§ 28.7

Porque, a modo de los ángeles, que perfectamente estiman las cosas que son de dolor sin sentir dolor, y ejercitan las obras de misericordia y compasión sin sentir compasión, le acaece al alma en esta transformación de amor; aunque algunas veces y en algunas cosas dispensa Dios con ella, dándoselo a sentir y dejándola padecer porque merezca más, como hizo con la Madre Virgen y con san Pablo, pero el estado de suyo no lo lleva.

§ 29.5

De donde ésta es ya una bienaventurada vida semejante a la del estado de la inocencia, donde toda la armonía y habilidad de la parte sensitiva del hombre servía al hombre para más recreación y ayuda de conocimiento y amor de Dios en paz y concordia con la parte superior. ¡Dichosa el alma que a este estado llegare! Mas ¿quién es éste?, y alabarle hemos, porque hizo maravillas en su vida (Ecli. 31, 9).

§ 30.3

En esto pide el alma todo lo que le puede pedir, porque no anda ya contentándose en conocimiento y comunicación de Dios por las espaldas, como hizo Dios con Moisés (Ex. 33, 23), que es conocerle por sus efectos y obras, sino con la haz de Dios, que es comunicación esencial de la divinidad sin otro algún medio en el alma, por cierto contacto de ella en la divinidad, lo cual es cosa ajena de todo sentido y accidentes, por cuanto es toque de sustancias desnudas, es a saber, del alma y divinidad.

§ 33.2

Porque, como habemos dicho, esto tiene el amor donde hizo asiento, que siempre se quiere andar saboreando en sus gozos y dulzuras, que son el ejercicio de amar interior y exteriormente, como habemos dicho; todo lo cual hace por hacerse más semejante al Amado.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Cantico espiritual B

§ 4.2

Y, a la verdad, así lo mandó Dios en la creación de ellos, mandando a la tierra que produjese las plantas y los animales, y a la mar y agua los peces, y al aire hizo morada de las aves (Gn. 1).

§ 4.2

Y por eso, viendo el alma que él así lo mandó y que así se hizo, dice el siguiente verso:

§ 4.3

Donde es de notar que advertidamente dice: por la mano del Amado, porque, aunque otras muchas cosas hace Dios por mano ajena, como de los ángeles o de los hombres, ésta, que es criar, nunca la hizo ni hace por otra que por la suya propia.

§ 5.3

Y dice que este paso fue con presura, porque las criaturas son las obras menores de Dios, que las hizo como de paso; porque las mayores, en que más se mostró y en que más él reparaba, eran las de la Encarnación del Verbo y misterios de la fe cristiana, en cuya comparación todas las demás eran hechas como de paso, con apresuramiento.

§ 5.4

Y no solamente les comunicó el ser y gracias naturales mirándolas, como habemos dicho, mas también con sola esta figura de su Hijo las dejó vestidas de hermosura, comunicándoles el ser sobrenatural; lo cual fue cuando se hizo hombre, ensalzándole en hermosura de Dios, y, por consiguiente, a todas las criaturas en él, por haberse unido con la naturaleza de todas ellas en el hombre.

§ 10.2

La razón de todo esto, sacándola de lo dicho, es que, como el paladar de la voluntad de alma anda tocado y saboreado con este manjar de amor de Dios, en cualquier cosa o trato que se le ofrece, luego en continente, sin mirar a otro gusto o respeto, se inclina la voluntad a buscar y gozar en aquello a su Amado, como hizo María Magdalena cuando con ardiente amor andaba buscándole por el huerto: pensando que era el hortelano, sin otra ninguna razón ni acuerdo le dijo: Si tú me le tomaste dímelo, y yo le tomaré (Jn. 20, 15).

§ 11.1

Y así, esta alma enamorada que con más codicia que al dinero le busca, pues todas las cosas tiene dejadas y a sí misma por él, parece que a estos ruegos tan encendidos le hizo Dios alguna presencia de sí espiritual, en la cual le mostró algunos profundos visos de su divinidad y hermosura, con que la aumentó mucho más el deseo de verle y fervor.

§ 11.4

Pero, por cuanto esta alma anda en fervores y afecciones de amor de Dios, habemos de entender que esta presencia que aquí pide al Amado que le descubra, principalmente se entiende de cierta presencia afectiva que de sí hizo el Amado al alma; la cual fue tan alta, que le pareció al alma y sintió estar allí un inmenso ser encubierto, del cual le comunica Dios ciertos visos entreoscuros de su divina hermosura.

§ 13.2

Y como ahora el alma con tantas ansias había deseado estos divinos ojos, que en la canción pasada acaba de decir, descubrióle el Amado algunos rayos de su grandeza y divinidad, según ella deseaba; los cuales fueron de tanta alteza y con tanta fuerza comunicados, que la hizo salir de sí por arrobamiento y éxtasis, lo cual acaece al principio con gran detrimento y temor del natural.

§ 13.3

Según habemos dicho, el alma, conforme a los grandes deseos que tenía de estos divinos ojos, que significan la Divinidad, recibió del Amado interiormente tal comunicación y noticia de Dios, que le hizo decir: ¡Apártalos, Amado! Porque tal es la miseria del natural en esta vida, que aquello que al alma le es más vida y ella con tanto deseo desea, que es la comunicación y conocimiento de su Amado, cuando se le vienen a dar, no lo puede recibir sin que casi le cueste la vida, de suerte que los ojos que con tanta solicitud y ansias y por tantas vías buscaba, venga a decir cuando los recibe: Apártalos, Amado.

§ 14.10

Esta espiritual voz y sonido se hizo en el espíritu de los Apóstoles al tiempo que el Espíritu Santo, con vehemente torrente, como se dice en los Actos de los Apóstoles (Act. 2, 2), descendió sobre ellos; que, para dar a entender la espiritual voz que interiormente les hacía, se oyó aquel sonido de fuera como de aire vehemente, de manera que fuese oído de todos los que estaban dentro de Jerusalén; por el cual, como decimos, se denotaba el que dentro recibían los Apóstoles, que era, como habemos dicho, henchimiento de poder y fortaleza.

§ 14.27

Y esto es lo que quiso decir el Espíritu Santo en el libro de la Sabiduría (1, 7), cuando dijo: Spiritus Domini replevit orbem terrarum, et hoc quod continet omnia, scientiam habet vocis; quiere decir: El espíritu del Señor llenó la redondez de las tierras, y este mundo, que contiene todas las cosas que él hizo, tiene ciencia de voz, que es la soledad sonora, que decimos conocer el alma aquí, que es el testimonio que de Dios todas ellas dan en sí.

§ 15.7

De estos terrores hizo la Esposa mención en los Cantares (6, 11), diciendo: Mi alma me conturbó por causa de los carros de Aminadab, entendiendo allí por Aminadab el demonio, llamando carros a sus embestimientos y acometimientos, por la grande vehemencia y tropel y ruido que con ellos trae.

§ 18.4

En esto pide el alma todo lo que le puede pedir, porque no anda ya contentándose en conocimiento y comunicación de Dios por las espaldas, como hizo Dios con Moisés (Ex. 33, 23), que es conocerle por sus efectos y obras, sino con la haz de Dios, que es comunicación esencial de la Divinidad sin otro algún medio en el alma, por cierto contacto de ella en la divinidad, lo cual es cosa ajena de todo sentido y accidentes, por cuanto es toque de sustancias desnudas, es a saber, del alma y Divinidad.

§ 19.10

Porque, a modo de los ángeles, que perfectamente estiman las cosas que son de dolor sin sentir dolor y ejercitan las obras de misericordia sin sentimiento de compasión, le acaece al alma en esta transformación de amor; aunque algunas veces y en algunas sazones dispensa Dios con ella, dándole a sentir cosas y a padecer en ellas, porque más merezca y se afervore en el amor, o por otros respetos, como hizo con la Madre Virgen y con San Pablo y otros; pero el estado de suyo no lo lleva.

§ 20.3

Y después entra en la vía contemplativa, en que pasa por las vías y estrechos de amor que en el suceso de las canciones ha ido contando, hasta la que dice: Apártalos, Amado, en que se hizo el desposorio espiritual.

§ 20.3

Y demás de esto, va por la vía unitiva, en que recibe muchas y grandes comunicaciones y visitas y dones y joyas del Esposo, bien así como desposada, se va enterando y perfeccionando en el amor de él, como ha cantado desde la dicha canción donde se hizo el dicho desposorio, que dice: Apártalos, Amado, hasta ésta de ahora, que comienza: Entrado se ha la Esposa, donde restaba ya hacerse el matrimonio espiritual entre la dicha alma y el Hijo de Dios.

§ 21.6

Este desposorio que se hizo en la Cruz no es del que ahora vamos hablando.

§ 21.6

Porque aquél es desposorio que se hizo de una vez, dando Dios al alma la primera gracia, lo cual se hace en el bautismo con cada alma.

§ 22.7

Lo cual en los Cantares divinos se da bien a entender; porque allí se dice (3, 9­10) que el asiento o lecho que hizo para sí Salomón le hizo de maderos de Líbano, y las columnas de plata, el reclinatorio de oro, y la subida de púrpura, y todo dice que lo ordenó mediante la caridad.

§ 22.7

Lo cual en los Cantares divinos se da bien a entender; porque allí se dice (3, 9­10) que el asiento o lecho que hizo para sí Salomón le hizo de maderos de Líbano, y las columnas de plata, el reclinatorio de oro, y la subida de púrpura, y todo dice que lo ordenó mediante la caridad.

§ 23.3

La huella es rastro de aquel cuya es la huella, por la cual se va rastreando y buscando quien la hizo.

§ 24.2

Cuenta el alma en esta canción la soberana merced que Dios le hizo en recogerla en lo íntimo de su amor, que es la unión o transformación de amor en Dios, y dice dos efectos que de allí sacó, que son: olvido y enajenación de todas las cosas del mundo y mortificación de todos sus apetitos y gustos.

§ 26.3

En decir que el alma suya se ha empleado, da a entender la entrega que hizo al Amado de sí en aquella unión de amor, donde quedó ya su alma con todas sus potencias, entendimiento, voluntad y memoria, dedicada y mancipada al servicio de él, empleado el entendimiento en entender las cosas que son más de su servicio para hacerlas, y su voluntad en amar todo lo que a Dios agrada y en todas las cosas aficionar la voluntad a Dios, y la memoria en el cuidado de lo que es de su servicio y lo que más le ha de agradar.

§ 27.5

Y porque vean la ganancia de su pérdida y no lo tengan por insipiencia o engaño, dice que esta pérdida fue su ganancia, y por eso de industria se hizo perdidiza.

§ 27.8

Y por eso el alma dice aquí que se hizo perdidiza ella misma, que es dejarse perder de industria.

§ 30.2

Atribuyéndolo todo a él y regraciándoselo juntamente, le dice que la causa de prendarse él del cabello de su amor y llagarse del ojo de su fe, fue por haberle hecho la merced de mirarla con amor, en lo cual la hizo graciosa y agradable a sí mismo; y que por esa gracia y valor que de él recibió mereció su amor y tener valor ella en sí para adorar agradablemente a su Amado y hacer obras dignas de su gracia y amor.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Cantico espiritual CA

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Cautelas

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Dichos de luz y amor

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Epistolario

§ 1

Dios lo hizo bien; pues, en fin, es lima el desamparo, y para gran luz el padecer tinieblas.

§ 5

Pesádome ha de que no se hizo luego la escritura con los Padres de la Compañía, porque no los tengo yo mirado con ojos que son gente que guarda la palabra; y así, entiendo que no sólo se desviarán en parte, mas, si se difiere, se volverán de obrar en todo, si les parece les está bien.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Grados de Perfecciòn

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    La Subida del Monte Carmelo

§ 1.7.1

Lo cual se echa bien de ver en aquel apetito que tenía Dalila de saber en qué tenía tanta fuerza Sansón, que dice la Sagrada Escritura (Jue. 16, 163) que la fatigaba y atormentaba tanto, que la hizo desfallecer casi hasta morir, diciendo: Defecit anima eius, et ad mortem usque lassata est.

§ 1.12.5

Lo cual se da muy bien a entender por aquel libro que mandó el ángel comer a san Juan en el Apocalipsis (10, 9), el cual en la boca le hizo dulzura y en el vientre le fue amargor.

§ 2.7.11

Y así, en él hizo la mayor obra que en (toda) su vida con milagros y obras había hecho, ni en la tierra ni en el cielo, que fue reconciliar y unir al género humano por gracia con Dios.

§ 2.8.4

Y de Elías, nuestro Padre se dice (3 Re. 19, 13) que en el monte se cubrió el rostro en la presencia de Dios, que significa cegar el entendimiento; lo cual él hizo allí, no se atreviendo a meter tan baja mano en cosa tan alta, viendo claro que cualquiera cosa que considerara y particularmente entendiera, era muy distante y disímil a Dios.

§ 2.14.11

Y así, esta noticia deja al alma, cuando recuerda, con los efectos que hizo en ella sin que ella los sintiese hacer, que son levantamiento de mente a inteligencia celestial y enajenación y abstracción de todas las cosas, y formas, y figuras, y memorias de ellas.

§ 2.14.11

De donde la Esposa declara en los Cantares (6, 11), entre los efectos que en ella hizo este su sueño olvido, este no saber, cuando dice que descendió a él, diciendo: Nescivi, esto es: no supe.

§ 2.19.9

Hace decir el Espíritu Santo muchas cosas en que él lleva sentido [del] que entienden los hombres, como se echa de ver en lo que hizo de decir a Caifás de Cristo: Que convenía que un hombre muriese porque no pereciese toda la gente (Jn. 11, 50).

§ 2.20.3

Porque aun muchas cosas suele Dios decir y enseñar y prometer, no para que entonces se entiendan ni se posean, sino para que después se entiendan cuando convenga tener la luz de ellas o cuando se consiga el efecto de ellas; como vemos que hizo con sus discípulos, a los cuales decía muchas parábolas y sentencias, cuya sabiduría no entendieron hasta el tiempo que habían de predicarla, que fue cuando vino sobre ellos el Espíritu Santo, del cual les había dicho Cristo (Jn. 14, 26) que les declararía todas las cosas que él les había dicho en su vida.

§ 2.20.5

Y cuándo ellos están pendientes de estas causas Dios solo sabe, que no siempre lo declara, sino dice el dicho o hace la revelación y calla la condición algunas veces, como hizo a los ninivitas, que determinadamente les dijo que habían de ser destruidos pasados cuarenta días (Jon. 3, 4).

§ 2.20.5

Otras veces la declara, como hizo a Roboán, diciéndole (3 Re. 11, 38): Si tú guardares mis mandamientos como mi siervo David, yo también seré contigo como con él, y te edificaré casa como a mi siervo David.

§ 2.21.3

Como vemos que hizo Dios con los hijos de Israel cuando le pidieron rey: se lo dio de mala gana, porque no les estaba bien.

§ 2.24.7

De donde, sobre aquel lugar de san Mateo (4, 8) donde dice que el demonio a Cristo ostendit omnia regna mundi et gloriam eorum, es a saber: Le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, dicen algunos doctores que lo hizo por sugestión espiritual, porque con los ojos corporales no era posible hacerle ver tanto, que viese todos los reinos del mundo y su gloria.

§ 2.25.1

Acerca de lo cual, es primero de saber que revelación no es otra cosa que descubrimiento de alguna verdad oculta o manifestación de algún secreto o misterio: así como (si Dios diese al alma a entender alguna cosa, como) es declarando al entendimiento la verdad de ella, o descubriese al alma algunas cosas que él hizo, hace o piensa hacer.

§ 2.31.1

Y así lo hizo con Abraham, que, en diciendo que le dijo: Anda en mi presencia y sé perfecto (Gn. 17, 1), luego fue perfecto y anduvo siempre acatando a Dios.

§ 3.2.6

Y de tal manera es a veces este olvido de la memoria y suspensión de la imaginación, por estar la memoria unida con Dios, que se pasa mucho tiempo sin sentirlo ni saber qué se hizo aquel tiempo.

§ 3.2.8

Y así, al principio, cuando ésta se va haciendo, no puede dejar de traer grande olvido acerca de todas las cosas, pues se le van rayendo las formas y noticias, y así hace muchas faltas acerca del uso y trato exterior, no acordándose de comer ni de beber, ni si hizo, si vio, si no vio y si dijeron o no dijeron por el absorbimiento de la memoria en Dios.

§ 3.13.8

Aunque las que son buenas, todavía, acordándose de ellas, hacen algún efecto bueno en aquél que hizo al alma la primera vez; pero las formales que se imprimen en el alma, casi siempre que advierte le hacen algún efecto.

§ 3.14.1

Y esto, no por la efigie e imagen que dejase la tal aprehensión en el sentido corporal -porque, por ser corporal, como decimos, no tiene capacidad para formas espirituales-, sino que intelectual y espiritualmente se acuerda de ella por la forma que en el alma de si dejó impresa, que también es forma o noticia, o imagen espiritual o formal, por lo cual se acuerda, o por el efecto que hizo; que por eso pongo estas aprehensiones entre las de la memoria, aunque no pertenezcan a las de la fantasía.

§ 3.19.5

Y esto le nació de haber primero dado rienda al gozo; porque, dándole lugar, se vino a engrosar el alma en él, como dice allí, y aquella grosura de gozo y apetito le hizo dilatar y extender más la voluntad en las criaturas.

§ 3.27.3

Porque de esta manera, y por esto, los filósofos y sabios y antiguos príncipes las estimaron y las alabaron y procuraron tener y ejercitar; y aunque gentiles, y que sólo ponían los ojos en ellas temporalmente por los bienes que temporal y corporal y naturalmente de ellas conocían seguírseles, no sólo alcanzaban por ellas los bienes y nombre temporalmente que pretendían, sino, demás de esto, Dios, que ama todo lo bueno, aun en el bárbaro y gentil, y ninguna cosa impide buena, como dice el Sabio (Sab. 7, 22), les aumentaba la vida, honra y señorío y paz, como hizo en los romanos porque usaban de justas leyes; que casi les sujetó todo el mundo, pagando temporalmente a los que eran por su infidelidad incapaces de premio eterno las buenas costumbres.

§ 3.30.4

Y estas obras y gracias sobrenaturales sin estar en gracia y caridad se pueden ejercitar, ahora dando Dios los dones y gracias verdaderamente, como hizo el inicuo profeta Balam (Nm. 22­24) y a Salomón, ahora obrándolas falsamente por vía del demonio, como Simón Mago (Hch. 8, 9­11), por otros secretos de naturaleza.

§ 3.31.8

Y así, estas maravillas nunca Dios las obra, sino cuando meramente son necesarias para creer; que, por eso, porque sus discípulos no careciesen de mérito si tomaran experiencia de su resurrección, antes que se les mostrase, hizo muchas cosas para que sin verle le creyesen; porque a María Magdalena (Mt. 28, 1­8) primero le mostró vacío el sepulcro y después que se lo dijesen los ángeles -porque la fe es por el oído, como dice san Pablo (Rm. 10, 17)- y oyéndolo, lo creyese primero que lo viese.

§ 3.38.3

Pero en las unas maneras y en las otras, cuando así pasa, crean que más se hacen a sí la fiesta que a Dios; porque por lo que su gusto o el de los hombres hacen, no lo toma Dios a su cuenta, antes muchos se estarán holgando de los que comunican en las fiestas de Dios, y Dios se estará con ellos enojando; como lo hizo con los hijos de Israel cuando hacían fiesta cantando y bailando a su ídolo, pensando que hacían fiesta a Dios, de los cuales mató muchos millares (Ex. 32, 7­28); o como con los sacerdotes Nadab y Abiú hijos de Aarón, a quien mató Dios con los incensarios en las manos porque ofrecían fuego ajeno (Lv. 10, 1­2); o como al que entró en las bodas mal ataviado y compuesto, al cual mandó el rey echar en las tinieblas exteriores atado de pies y manos (Mt. 22, 12­13).

§ 3.42.4

De esta manera leemos en la sagrada Escritura que hizo Abraham un altar en el mismo lugar donde le apareció Dios, e invocó allí su santo nombre, y que después, viniendo de Egipto, volvió por el mismo camino donde había aparecídole Dios, y volvió a invocar a Dios allí en el mismo altar que había edificado (Gn. 12, 8, y 13, 4).

§ 3.44.2

Y así lo hizo, pacificándole también sus enemigos, de manera que, pagándole tributo todos en derredor, no le perturbasen.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Llama de Amor Viva A

§ 1.1.17

Y en la sustancia del alma padece profunda pobreza y desamparo, seca y fría y a veces caliente, no hallando en nada alivio, ni aun pensamiento que la consuele, ni poder levantar el corazón a Dios, habiéndosele puesto esta llama tan esquivamente como dice Job (30, 21) que en este ejercicio hizo Dios con él, diciendo: Mudádoteme has en cruel.

§ 1.1.17

Hizo envejecer mi piel y mi carne y desmenuzó mis huesos; hizo cerco de muro en derredor de mí y rodeóme de hiel y trabajo; en tenebrosidades me colocó, como a muertos sempiternos; edificó en mi derredor, porque no salga; agravóme las prisiones; y, demás de esto, cuando hubiere dado voces y rogado, ha excluido mi oración; cercóme mis caminos con piedras cuadradas y trastornó mis pisadas y sendas.

§ 1.1.17

Hizo envejecer mi piel y mi carne y desmenuzó mis huesos; hizo cerco de muro en derredor de mí y rodeóme de hiel y trabajo; en tenebrosidades me colocó, como a muertos sempiternos; edificó en mi derredor, porque no salga; agravóme las prisiones; y, demás de esto, cuando hubiere dado voces y rogado, ha excluido mi oración; cercóme mis caminos con piedras cuadradas y trastornó mis pisadas y sendas.

§ 1.1.22

Que es tal, que, si Dios no tuviese aquí también favorecida la carne, amparando el natural con su diestra, como hizo con Moisés en la piedra, para que sin morirse pudiese ver su gloria (Ex. 33, 22), con la cual diestra antes el natural recibe refección y deleite que detrimento, a cada llamarada de éstas moriría y se corrompería el natural, no teniendo la parte inferior vaso para sufrir tanto fuego y tan subido.

§ 2.1.6

Y así, este cauterio divino del amor, la llaga que él hizo, como decimos, de amor en el alma él mismo la cura, y cada vez que asienta hace mayor llaga de amor; que la cura del amor es llagar y herir sobre lo llagado y herido, hasta tanto que venga el alma a resolverse toda en llaga de amor.

§ 2.1.7

Grande es la llaga, porque grande es el que la hizo; y grande es su regalo, pues el fuego de amor es infinito, y se mide según su capacidad. ¡Oh, pues, regalada llaga!, y tanto más subidamente regalada, cuanto más en el centro íntimo de la sustancia tocó el cauterio de amor, abrasando todo lo que se pudo abrasar, para regalar todo lo que se pudo regalar.

§ 2.1.24

Y ni más ni menos vemos en Job que, en aceptándole que le aceptó delante los espíritus buenos y malos por siervo suyo, luego le hizo merced de enviarle aquellos duros trabajos para engrandecerle después, como lo hizo mucho más que antes, en lo espiritual y temporal (Job 1, 2; 42, 12).

§ 2.1.24

Y ni más ni menos vemos en Job que, en aceptándole que le aceptó delante los espíritus buenos y malos por siervo suyo, luego le hizo merced de enviarle aquellos duros trabajos para engrandecerle después, como lo hizo mucho más que antes, en lo espiritual y temporal (Job 1, 2; 42, 12).

§ 2.1.27

Como hizo también David en el suyo (Sal. 70, 20­21), diciendo: ¡Cuántas tribulaciones me mostraste muchas y malas, y de todas ellas me libraste, y de los abismos de la tierra otra vez me sacaste; multiplicaste tu magnificencia, y volviéndote a mí me consolaste!

§ 3.1.47

Y cuánto él precie esta tranquilidad y adormecimiento o aniquilación de sentido, échase bien de ver en aquella conjuración tan notable y eficaz que hizo en los Cantares (3, 5), diciendo: Conjúroos, hijas de Jerusalén, por las cabras y ciervos campesinos, que no recordéis ni hagáis velar a la amada hasta que ella quiera.

§ 3.1.48

Y así, el que temerariamente yerra, estando obligado a acertar, como cada uno lo está en su oficio, no pasará sin castigo, según el daño que hizo.

§ 3.1.68

Porque allí verdaderamente el alma ve que Dios es suyo, y que ella le posee con posesión hereditaria, como hijo adoptivo de Dios con propiedad de derecho, por la gracia que Dios de sí mismo le hizo, y que como cosa suya le puede dar y comunicar a quien ella quiere; y así dale a su Querido, que es el mismo Dios, que se le dio a ella.

§ 4.1.11

Pero será la duda: ¿cómo puede sufrir el alma tan fuerte comunicación en la carne, que en efecto no hay sujeto y fuerza en ella para sufrir tanto para no desfallecer? Pues que, de solamente de ver la reina Ester al rey Asuero en su trono con vestiduras reales y resplandeciendo el oro y perlas preciosas temió tanto de verle tan terrible en su aspecto que desfalleció como ella lo confiesa allí (Est. 15, 16), diciendo, que por el temor que le hizo su gran gloria, porque le pareció como un ángel y su rostro lleno de gracias, desfalleció; porque la gloria oprime al que la mira, cuando no glorifica.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Llama de Amor Viva B

§ 0

Y en la sustancia del alma padece desamparo y suma pobreza, seca y fría y a veces caliente, no hallando en nada alivio, ni un pensamiento que la consuele, ni aun poder levantar el corazón a Dios, habiéndosele puesto esta llama tan esquiva, como dice Job (30, 21) que en este ejercicio hizo Dios con él, diciendo: Mudádoteme has en cruel.

§ 0

Hizo envejecer mi piel y mi carne y desmenuzó mis huesos; cercóme en rededor, y rodeóme de hiel y trabajo; en tenebrosidades me colocó como muertos sempiternos; edificó en derredor de mí, y porque no salga; agravóme las prisiones; y, demás de esto, cuando hubiere dado voces y rogado, ha excluido mi oración; cerróme mis caminos con piedras cuadradas, y trastornó mis pisadas y mis sendas.

§ 0

Y las flaquezas y miserias que antes el alma tenía asentadas y encubiertas en sí, las cuales antes no veía ni sentía, ya con la luz y calor del fuego divino las ve y las siente; así como la humedad que había en el madero no se conocía hasta que dio en él el fuego y le hizo sudar, humear y respendar, y así hace el alma imperfecta cerca de esta llama.

§ 0

Que es tal, que, si Dios no tuviese aquí favorecida también la carne, amparando al natural con su diestra, como hizo a Moisés en la piedra (Ex. 33, 22), para que sin morirse pudiera ver su gloria, a cada llamarada de éstas se corrompería el natural y moriría, no teniendo la parte inferior vaso para sufrir tanto y tan subido fuego de gloria.

§ 0

Todo lo cual se rompió e hizo en el alma por los encuentros esquivos de esta llama cuando ella era esquiva; porque en la purgación espiritual que arriba hemos dicho, acaba el alma de romper estas dos telas, y de ahí viene a unirse con Dios, como aquí está, y no queda por romper más que la tercera de la vida sensitiva.

§ 0

En el apresurarse Dios da a entender la priesa con que hizo perfeccionar en breve el amor del justo; en el arrebatar se da a entender llevarle antes de su tiempo natural.

§ 0

8. ¡Oh dichosa llaga, hecha por quien no sabe sino sanar! ¡Oh venturosa y mucho dichosa llaga, pues no fuiste hecha sino para regalo, y la calidad de tu dolencia es regalo y deleite del alma llagada! Grande eres ¡oh deleitable llaga!, porque es grande el que te hizo; y grande es tu regalo, pues el fuego de amor es infinito, que según tu capacidad y grandeza te regala. ¡Oh, pues, regalada llaga!, y tanto más subidamente regalada cuanto más en el infinito centro de la sustancia del alma tocó el cauterio, abrasando todo lo que se pudo abrasar, para regalar todo lo que se pudo regalar.

§ 0

Ni más ni menos vemos en el santo Job que, en aceptando que aceptó Dios sus obras delante de los espíritus buenos y malos, luego le hizo merced de enviarle aquellos duros trabajos para engrandecerle después mucho más, como hizo multiplicándole los bienes en lo espiritual y temporal (Job 1, 2; 42, 12).

§ 0

Ni más ni menos vemos en el santo Job que, en aceptando que aceptó Dios sus obras delante de los espíritus buenos y malos, luego le hizo merced de enviarle aquellos duros trabajos para engrandecerle después mucho más, como hizo multiplicándole los bienes en lo espiritual y temporal (Job 1, 2; 42, 12).

§ 0

Volviendo, pues, a nuestra declaración, conociendo aquí el alma que todo le ha salido bien y que ya sicut tenebrae eius ita lumen eius (Sal. 138, 12), y que, como fue participante de las tribulaciones, lo es ahora de las consolaciones y del reino (2 Cor. 1, 7), habiéndole muy bien respondido a los trabajos interiores y exteriores con bienes divinos del alma y del cuerpo, sin haber trabajo que no tenga su correspondencia de grande galardón, confiésalo como ya bien satisfecha, diciendo: Y toda deuda paga, dando a Dios gracias en este verso, como también hizo David en el suyo (Sal. 70, 20­21) por haberle sacado de los trabajos, diciendo: ¡Cuántas tribulaciones me mostraste muchas y malas, y de todas ellas me libraste, y de los abismos de la tierra otra vez me sacaste; multiplicaste tu magnificencia, y, volviéndote a mí, me consolaste!

§ 0

Y por eso aquella merced que hizo Dios a la Virgen María de la concepción del Hijo de Dios la llamó el ángel san Gabriel (Lc. 1, 35) obumbración del Espíritu Santo, diciendo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la virtud del Altísimo te hará sombra.

§ 0

Cuán elevada se sienta aquí esta dichosa alma, cuán engrandecida se conozca, cuán admirada se vea en hermosura santa, ¿quién lo podrá decir? Viéndose ella de esta manera embestida con tanta copiosidad en las aguas de estos divinos resplandores, echa de ver que el Padre Eterno la ha concedido con larga mano el regadío superior e inferior, como hizo a Axa su padre, cuando ella suspiraba (Jos. 15, 18­19); pues estas aguas el alma y cuerpo, que es la parte inferior y superior, regando penetran.

§ 0

Y cuánto él precie esta tranquilidad y adormecimiento o ajenación de sentido, échase bien de ver en aquella conjuración tan notable y eficaz que hizo en los Cantares (3, 5), diciendo: Conjúroos, hijas de Jerusalén, por las cabras y ciervos campesinos, que no recordéis ni hagáis velar a la amada hasta que ella quiera.

§ 0

Y así, el que temerariamente yerra, estando obligado a acertar, como cada uno lo está en su oficio, no pasará sin castigo, según el daño que hizo.

§ 0

Porque allí ve el alma que verdaderamente Dios es suyo, y que ella le posee con posesión hereditaria, con propiedad de derecho, como hijo de Dios adoptivo, por la gracia que Dios le hizo de dársele a sí mismo, y que, como cosa suya, le puede dar y comunicar a quien ella quisiere de voluntad; y así dale a su Querido, que es el mismo Dios que se le dio a ella.

§ 0

Pero será la duda: ¿cómo puede sufrir el alma tan fuerte comunicación en la flaqueza de la carne, que, en efecto, no hay sujeto y fuerza en ella para sufrir tanto sin desfallecer? Pues que, solamente de ver la reina Ester al rey Asuero en su trono con vestiduras reales y resplandeciendo en oro y piedras preciosas, temió tanto de verle tan terrible en su aspecto que desfalleció, como ella lo confiesa allí (Est. 15, 16), diciendo, que por el temor que le hizo su grande gloria, porque le pareció como un ángel y su rostro lleno de gracias, desfalleció; porque la gloria oprime al que la mira, cuando no glorifica (Prov. 25, 27).

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Noche Oscura

§ 1

En lo cual encarece la buena dicha que tuvo en caminar a Dios por esta noche con tan próspero suceso que ninguno de los tres enemigos, que son mundo, demonio y carne, que son los que siempre contrarían este camino, se lo pudiese impedir; por cuanto la dicha noche de contemplación purificativa hizo adormecer y amortiguar en la casa de su sensualidad todas las pasiones y apetitos según sus apetitos y movimientos contrarios.

§ 1.12.1

Esta noche y purgación del apetito, dichosa para el alma, tantos bienes y provechos hace en ella (aunque a ella antes le parece, como habemos dicho, que se los quita), que así como Abraham hizo gran fiesta cuando quitó la leche a su hijo Isaac (Gn. 21, 8), se gozan en el cielo de que ya saque Dios a esta alma de pañales, de que la baje de los brazos, de que la haga andar por su pie, de que también, quitándola el pecho de la leche y blando y dulce manjar de niños, la haga comer pan con corteza, y que comience a gustar el manjar de robustos, que en estas sequedades y tinieblas del sentido se comienza a dar al espíritu vacío y seco de los jugos del sentido, que es la contemplación infusa que habemos dicho.

§ 2.7.2

Y para ir concluyendo con este verso y dando a entender más lo que obra en el alma esta noche, diré lo que en ella siente Jeremías (Lm. 3, 1­20), la cual por ser tanto, lo dice y llora él por muchas palabras en esta manera: Yo, varón, que veo mi pobreza en la vara de su indignación, hame amenazado, y trájome a las tinieblas, y no a la luz. ¡Tanto ha vuelto y convertido su manos sobre mí todo el día! Hizo vieja mi piel y mi carne, desmenuzó mis huesos; en rededor de mí hizo cerca, y cercóme de hiel y de trabajo; en tenebrosidades me colocó, como muertos sempiternos.

§ 2.7.2

Y para ir concluyendo con este verso y dando a entender más lo que obra en el alma esta noche, diré lo que en ella siente Jeremías (Lm. 3, 1­20), la cual por ser tanto, lo dice y llora él por muchas palabras en esta manera: Yo, varón, que veo mi pobreza en la vara de su indignación, hame amenazado, y trájome a las tinieblas, y no a la luz. ¡Tanto ha vuelto y convertido su manos sobre mí todo el día! Hizo vieja mi piel y mi carne, desmenuzó mis huesos; en rededor de mí hizo cerca, y cercóme de hiel y de trabajo; en tenebrosidades me colocó, como muertos sempiternos.

§ 2.8.1

Tiene no sólo esto, sino también muchas veces tales enajenamientos y tan profundos olvidos en la memoria, que se le pasan muchos ratos sin saber lo que se hizo ni qué pensó, ni qué es lo que hace ni qué va a hacer, ni puede advertir, aunque quiera, a nada de aquello en que está.

§ 2.10.8

Pero, después que se hagan otras muestras como las primeras, gozará más de adentro, porque ya se hizo la purificación más adentro.

§ 2.12.2

Porque esta oscura contemplación juntamente infunde en el alma amor y sabiduría, a cada uno según su capacidad y necesidad, alumbrando al alma y purgándola, como dice el Sabio (Ecli. 51, 25­26) de sus ignorancias, como dice que lo hizo con él.

§ 2.13.6

Esta es la causa por que María Magdalena, con ser tan estimada en sí como antes era, no le hizo al caso la turba de hombres principales y no principales del convite, ni el mirar que no venía bien ni lo parecería ir a llorar y derramar lágrimas entre los convidados (Lc. 7, 37­38), a trueque de, sin dilatar una hora esperando otro tiempo y sazón, poder llegar ante aquel de quien estaba ya su alma herida e inflamada.

§ 2.13.7

Y, finalmente, esta embriaguez y ansia de amor la hizo preguntar al que, creyendo que era el hortelano, le había hurtado del sepulcro, que le dijese, si le había él tomado, dónde le había puesto, para que ella le tomase (Jn. 20, 15); no mirando que aquella pregunta, en libre juicio y razón, era disparate, pues que está claro que si el otro lo había hurtado, no se lo había de decir, ni menos se lo había de dejar tomar.

§ 2.22.1

Bien claro está que le fue dichosa ventura al alma salir con una tal empresa, como ésta su salida fue; en la cual se libró del demonio y del mundo y de su misma sensualidad, como habemos dicho, y, alcanzado la libertad dichosa y deseada de todos, del espíritu, salió de lo bajo a lo alto, de terrestre se hizo celestial, y de humana, divina, viniendo a tener su conversación en los cielos (Fil. 3, 20), como acaece en este estado de perfección al alma, como en lo restante se irá diciendo, aunque ya con alguna más brevedad.

§ 2.23.6

Porque las que son por este medio del ángel bueno, ordinariamente permite Dios que las entienda el adversario: lo uno, para que haga contra ellas lo que pudiere según la proporción de la justicia, y así no pueda alegar el demonio de su derecho, diciendo que no le dan lugar para conquistar al alma, como hizo de Job (1, 9­11; 2, 4­8); lo cual sería si no dejase Dios lugar a que hubiese cierta paridad en los dos guerreros, conviene a saber, el ángel bueno y el malo, acerca del alma, y así la victoria de cualquiera sea más estimada, y el alma victoriosa y fiel en la tentación sea más premiada.

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Otras del mismo a lo divino

    

Juan de la Cruz (1542-1591)    Que va por super flumina



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hiri
hiriendo
hiriéndome
hirviendo
hizo
hoc
hoguera
hojas
holanda

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